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La pampa de los fantasmas Vilcabamba "la vieja" y su espíritu de resistencia (página 2)



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Finalmente, poseemos una última traducción que, a partir de
sinónimos en quechua, recrea la acepción que, a
nuestro entender, es la más completa y correcta.
ésta sostiene que "villca" es un término de
parentesco recíproco que significa "bisabuelo" y
"bisnieto", y por extensión "antepasado" y
"descendiente". Como los incas
practicaron un complicado culto a los antepasados, los mismos
eran considerados sacros (ya vimos la importancia que
tenían las momias), por lo tanto eran huacas. Si
"villca", entonces, es sinónimo de "huaca" estamos frente
a una palabra que tiende a designar el genérico concepto de "lo
sagrado". En consecuencia, Vilcabamba podría traducirse
como "La Pampa Sagrada".

Naturalmente, con la llegada de Manco y su séquito, el
prestigio, ya no militar, sino religioso de toda la región
se vio ensalzado por la presencia del Inca y las prácticas
rituales que se desplegaron en toda la zona. Vilcabamba "La
Vieja", la última capital, se
convirtió en el centro de las celebraciones religiosas y
asiento de las todopoderosas momias o "bultos" de los soberanos
(antepasados) fallecidos[5].

Como el propio Juan de Betanzos afirmaba en 1551: "…lo
que entienden allí donde están es en hacer toda la
vida sacrificios y ayunos y idolatrías gentilicias a sus
guacas e ídolos y en hacer todas las demás sus
fiestas según que se hacían en el Cuzco en tiempos
de los Yngas pasados según que se lo dejó orden
Ynga Yupangue…
"[6].

Estas prácticas y creencias serían muy
difíciles de erradicar después de la victoria
española en 1572.

 La antigua capital del exilio se levanta en medio de un
valle absolutamente cubierto de árboles, plantas
trepadoras y lianas. Desde el lugar en donde acampábamos
era imposible ver construcción alguna y, según nos
comentara Pancho -nuestro guía y "navegante"- muchos
aventureros solitarios, que pretendían conocerla,
seguían de largo sin percatarse de que, a muy pocos
metros, los muros Vilcabamba luchaban contra la humedad y las
raíces.

Actualmente, en la zona habitan dos familias campesinas, los
Zaka Puma y los Wilka Puma, sufridos colonos que, sustentados por
una economía de subsistencia, pasan sus
días ignorando la relevancia simbólica de las
construcciones, que conocen desde siempre.

Ninguno de los miembros de esas familias sabían algo
sobre la historia del valle. Nunca
habían escuchado hablar de Manco Inca y
sus sucesores (Sayri Túpac, Titu Cusi o Túpac
Amaru). El legado arquitectónico de los incas era, para
ellos, un mero conjunto de "piedras", sin valor alguno.
Muy de vez en cuándo se internaban en la arboleda, y si lo
hacían era para "buscar tesoros", para huaquear; es
decir, desenterrar piezas de cerámica que, sólo ocasionalmente,
podían ser suplantadas por pequeños ídolos
de oro y plata,
que más tarde cambiaban en Chaullay por arroz y otros
productos.

Pero, a pesar de este "saqueo al pasado", la actitud
general de los moradores es de respeto y
temor.

El nombre con el que hoy se conocen las ruinas de Vilcabamba
es el de "Espíritu Pampa", la "Pampa de los
Espíritus
" o "de los fantasmas", puesto que
están asociadas con historias de "aparecidos" (vistiendo
indumentarias indias) y de extraños sonidos y lamentos de
dolor. Nadie se aventura por las ruinas, especialmente de cuando
el sol se
pone.

Estando una noche escribiendo sobre una gran roca, ubicada muy
cerca del emplazamiento de la vieja ciudad, tuve la inquietante
visita de un par de niños
que, salidos de la sombra, se me acercaron sigilosos ante mi
más espantoso y profundo susto. No eran fantasmas.
Eran los miembros menores de las familias de colonos arriba
nombradas. Debían tener por entonces unos diez u once
años y se quedaron muy sorprendidos por el grabador
portátil que tenía en mi cintura, con el cual
grababa todas las charlas que podía cuando me topaba con
lugareños, chamanes y exploradores. Y aquella no fue una
oportunidad que deseché.

Tras la presentación inicial y las preguntas de rigor
(de dónde era, quién era, a qué me dedicaba)
los muchachos dejaron registradas sus voces en la
cinta, no sin sorpresa al escucharlas cuando yo se las rebobinaba
para que se oyeran. Inmediatamente dejaron el sitio y volvieron a
perderse en la selva. Un rato después aparecieron con uno
de los Zaka Puma de mayor edad. Uno de los padres. Volví a
mostrarle la "maravilla técnica" que tenía y
tras ofrecerle un cigarrillo (bien escaso en esas latitudes) le
pregunté sobre construcciones perdidas en la
región. De inmediato señaló en dirección a las ruinas vecina y dijo que
allí había "piedras". Le respondí que
ya habíamos explorado la zona esa tarde y que deseaba
saber si conocía otras. Me dijo que no, que no era
conveniente hablar de noche de esas cosas y que en
Espíritu Pampa caído el sol el sitio era de los
fantasmas y los muertos.

Debo que confesar que en ese contexto de selva extrema y
montañas que tenía a mi alrededor, no pude evitar
sentir un escalofrío recorrerme el espinazo. Soy una
persona
racional y no creo en fantasmas, pero en ese lugar, a esa hora,
con esas sombras gigantescas devorando kilómetros y
kilómetros entorno mío, ¿quién
podía negar rotundamente que en ese sitio no hubiera
espíritus rondando el roquedal?

"De noche se escuchan cánticos y lamentos. El
sonido de las
quenas es audible a gran distancia. Se las puede oír
perfectamente. Son las ánimas de los muertos que salen a
caminar
", me explicó el caballero local.
"Aquí los muertos salen por las noches. ¿En
Argentina no lo hacen?"
.

Respondí que no. Que al menos yo, jamás los
había visto.

"Pues aquí, es de lo más común",
agregó y la charla cambió inopinadamente hacia un
pedido de medicamentos y el relato de sus enfermedades y
padecimientos.

Sólo un tiempo
después, oyendo esas grabaciones mientras escribía
el libro de la
expedición, me puse a pensar en esas leyendas y
rumores sobre aparecidos.

Es probable que estos relatos tenebrosos no hagan otra cosa
que revelar, de un modo inconsciente, el sentimiento de
pérdida por un mundo (el incaico), del que tanto los Zaka
como los Wilka Puma son sus directos herederos. Y hasta
podría llegar a pensarse que los "lamentos"
lúgubres, provenientes del "roquedal", son el signo
de la permanencia de un pueblo que se resiste a desaparecer, o
perder su digno prestigio. Todo, envuelto en forma de
leyendas.

Los fantasmas ocultan muchas cosas, pero también
revelan otras muy importantes.

 

 

 

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland

Profesor Universitario en Historia

UNMdP- Argentina

 

 

 

 

 

[1] Incluso la ubicación
de la ciudadela de Machu Picchu ha sido interpretada siguiendo el
enorme peso que la región tuvo dentro del culto solar
(Inti), impuesto por el
gobierno de
Pachacuti Inca Yupanqui.

[2] Véase: Bingham,
Hiram, La Ciudad Perdida de los
Incas,
Editorial Zig – Zag, Chile, 1950.

[3] Según indican los
investigadores cusqueños Fernando y Edgard Elorrieta
Salazar ( La gran pirámide de Pacaritanpu. Entes y
campos de poder en los
Andes
Cusco, Perú, 1992, pp. 150-151): "La
asociación de árboles y ancestros u orígenes
se pone de manifiesto en los propios mitos de
origen de los incas
". Por otro lado, "Muchos
árboles tenidos por sagrados se tornaban en
oráculos y eran objeto de un constante peregrinaje. La
relación asociativa entre árboles y oráculos
es mencionada y graficada por numerosos cronistas.
"

[4] Valcárcel, Luis E.,
Machu Picchu, Eudeba, Buenos Aires,
1978.

[5] Véase: Regalado de
Hurtado, Liliana, Religión y Evangelización
en Vilcabamba 1572-1602
, Pontificia Universidad
Católica del Perú, Fondo Editorial, 1992.

[6] Betanzos, Juan de,
Suma y narración de los incas, segunda
parte, Cáp. XXXIII: 308, edición
y notas de María del Carmen Rubio, Madrid.

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